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martes, 6 de septiembre de 2016

¿Y si cultivamos la cultura de la paciencia?

“La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces”. 
Proverbio persa.


Vivimos en una época en dónde se ha exaltado la cultura de la inmediatez. Todo tiene que ser ahora y ya. No puede esperar. Los slóganes más exitosos a nivel comercial apuntan en este sentido:

  • ¿Qué estás esperando? ¡Te prestamos $40.000 en 40 cuotas de $1.100! Vení por acá, llévate tu platita, y no esperes más para darte los gustos.
  • VISA, porque la vida es ahora.
  • Llame ya!

Vivimos invadidos por la publicidad que nos envía el mercado para que vivamos una vida a las apuradas. ¿Por qué? Porque cuando nos apuramos, aumentamos enormemente las posibilidades de cometer errores, y siempre hay gente que se beneficia de los apuros. ¿Quiénes se benefician de nuestros errores? Pues, claramente, quienes nos inducen a equivocarnos: el propio mercado.

Nos ofrecen que llamemos ya mismo, porque si lo hacemos, aparte del producto que nos ofrecen, nos “regalan” algún producto complementario. Entonces, para no perdernos ese “regalo”, llamamos ya: decidimos una compra sin haber visto el producto, sin haberlo probado, y sin siquiera haber buscado a alguien que haya comprado algo similar como para asesorarnos. Y nos equivocamos. No era lo que creíamos, pero ahora ya lo compramos. Hicimos el gasto. ¿Quién se benefició? El mercado. ¿Quién se perjudicó? El apresurado.

La cultura del tenerlo todo ya, se nos incorpora desde el consumo. Para ser personas de éxito debemos poseer objetos. Celulares, tablets, notebooks, autos, Smarts TV’s, un buen reloj, ropa de marca, etc. Pero para tener todo eso se necesita dinero y como el dinero suele demorar en llegar en las cantidades necesarias para estos fines, se nos genera la necesidad de adelantar el tiempo. Ya no ahorramos para comprar algo al contado; usamos la tarjeta de crédito y lo adquirimos en hasta 12 cuotas (por citar un ejemplo). En vez de guardar el valor de la cuota por 12 meses y comprarlo al contado luego de un año ahorrando, lo queremos ya y lo sacamos “a pagar”.

Tengo un amigo que quiso mudarse para vivir solo. Vive actualmente con sus padres. Se vio envalentonado por un buen ascenso que tuvo en su trabajo y comenzó la búsqueda de su nueva casa. Se lo veía muy entusiasmado y ansioso. Si por el fuera, se mudaba al primer apartamento que encontrara.

Como no paga alquiler en el lugar dónde vive, le sugerí que permaneciera unos meses más ahorrando el dinero que pagaría por concepto de alquiler, como para ir acostumbrando su presupuesto a ese gasto que habría de venir. Mientras hacía eso, podía ir buscando casa con tranquilidad. Quizás, cuando encontrara la casa que le guste, podría ofrecer el dinero ahorrado como depósito en garantía, en preferencia a otras opciones, siempre más molestas.

Afortunadamente llegué a tiempo para darle ese consejo y me lo tomó, pero dónde no llegué a tiempo fue en aconsejarle que no se apure a comprar el mobiliario de la casa. Para cuando me enteré de sus intenciones de mudarse, ya había comprado un montón de muebles que los tenía en su caja original, en su actual casa. ¡Qué ansioso! Compró los muebles antes de conocer el lugar dónde los pondría. Ahora tiene que encontrar una casa en la que quepan lo que ya compró, en lugar de elegir la casa y luego elegir los muebles que vayan mejor con los espacios. Cometió un error, por apresurado. ¿Quién se benefició de ese error? El que le vendió los muebles, claro está.

Lo peor del asunto es que también compró la heladera y algún que otro electrodoméstico, que están sin estrenar. El problema con esta compra anticipada, es que el tiempo de la garantía está corriendo. Cuando estrene esos electrodomésticos, ya no tendrán su habitual año de garantía, sino mucho menos, y si llega a tener algún inconveniente antes del año de estrenarlos, muy probablemente no la cubrirá la garantía, y deberá pagar el arreglo de su bolsillo.

Otra vez. Un apresuramiento resulta en un mal negocio para el apurado y en un excelente negocio para el vendedor.

Pero la cultura de la inmediatez no aplica solo al consumo. Aplica a todas la experiencias de la vida. Yo tengo fresco el recuerdo de cuando era adolescente y ya quería hacer cosas de adultos, sin embargo mi madre me educaba diciendo que disfrutara mi niñez, que ya llegaría el tiempo para determinadas cosas. Pero es así, siempre estamos queriendo adelantar el tiempo. Siempre estamos queriendo tener ya, lo que vamos a lograr de todas formas, si con esfuerzo y dedicación lo buscamos.

La Biblia tiene algunos consejos en su libro de proverbios que conviene repasar.

(…) el que recoge con mano laboriosa las aumenta [las riquezas]
Proverbios 13:11
(…) quien ahorra, poco a poco se enriquece.
Proverbios 13:11 (NVI)
Los bienes que se adquieren de prisa al principio, No serán al final bendecidos.
Proverbios 20:21
Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia; Mas todo el que se apresura alocadamente, de cierto va a la pobreza.
Proverbios 21:5
Los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes apresurados: ¡puro fracaso!
Proverbios 21:5 (NVI)
El rico se enseñorea de los pobres, Y el que toma prestado es siervo del que presta.
Proverbios 22:7
El hombre fiel recibirá muchas bendiciones; el que tiene prisa por enriquecerse no quedará impune.
Proverbios 28:20 (NVI)

No es habitual ver que se promueva una cultura de la paciencia, de saber esperar. Las cosas que son buenas, dejan de serlo cuando ocurren fuera de tiempo. Hemos dejado de exaltar a la paciencia como una virtud. Hemos dejado de elogiar al que sabe esperar como una persona sabia. Más bien nos concentramos en elogiar al que logra poseer mayor cantidad de bienes en menor cantidad de tiempo, y una mente inmadura, no bien entrenada desde pequeña, sentirá envidia del que tiene y se enterrará de cabeza por querer tener ahora mismo lo que tiene el otro.

Cuántas personas conocemos que, con tal de igualarse a los otros, se endeudan para tener lo mismo que los demás. Menos mal que uno de los diez mandamientos nos decía que no codiciemos nada de lo que tiene el prójimo. Sabio mandamiento.

Pero quiero concentrarme en un tema en particular. Casarse es bueno, pero no cuando uno tiene 12 años. Ser padre es lo más maravilloso de la vida, pero quizás no lo es tanto si uno tiene 14 años. Las cosas que son buenas, fuera de tiempo, pueden no serlo tanto. O no serlo en absoluto.

Y dónde más me preocupa que ha permeado la cultura de la inmediatez, es en la sexualidad. Las estadísticas marcan que cada vez, los jóvenes se inician a la vida sexual más temprano. Vivimos en un mundo dónde la sexualidad está sobredimensionada. Hasta para vender un pizarrón de escuela se usan mujeres semidesnudas. 

Hoy día se promueve muy fuertemente que es bueno tener todo el sexo que se quiera, con todas las personas que se le crucen a uno… ah, pero siempre y cuando, se use condón. No tienen por qué esperar por tener sexo. El sexo es lo más, practícalo cuando te venga en gana, nada más tienes un pequeño detalle: o puedes dejar embarazada a tu pareja, o puedes contagiarte una ITS. Así que usá preservativo, pero más allá de eso, dale con todo.

Uno se pregunta quién se beneficia con que el sexo sea practicado a lo largo y ancho de la Tierra por gentes de todas las edades, y la respuesta es clara: lo fabricantes de métodos anticonceptivos (de barrera y píldoras) y abortivos. ¿Cómo hacemos para aumentar las ventas de preservativos? Pues, promovemos el sexo a más no poder. Si así no es, entonces, ¿cómo se explican las publicidades de las marcas de preservativos?

Nadie le enseña a nuestros jóvenes que la paciencia es una virtud que encierra cosas buenas. Que de pronto no está tan bueno que queme etapas de esa manera, que acelere experiencias que son más gratificantes cuando uno es más adulto y maduro. Que es bueno el sexo, pero que es mejor cuando se practica con la persona que uno ama, pero que no a cualquier edad, sino cuando hay circunstancias que no lo tornan una fuente de males. 

Tener hijos es una bendición, pero lo es más cuando ellos vienen a un hogar constituido, dónde hay una mamá y un papá que se quieren y que querían tener familia, dónde los hijos serán esperados con las condiciones necesarias para desarrollarse en esta vida. Tener hijos siempre es una bendición, pero no hay motivo para exponerse a embarazarse cuando no se tiene la edad ni las condiciones adecuadas. Que lo mejor es decidir esperar el tiempo adecuado para practicar el sexo.

Qué el sexo no es un objeto. No es una prueba de amor. No es mero entretenimiento.

En estos días se ha hablado extendidamente acerca de un drama social que tiene nuestro país: el embarazo adolescente. El titular de los diarios rezaba que el 16% de bebés nacen de madres de entre 10 y 19 años. Quitando los execrables casos de abuso, los jóvenes se inician en su sexualidad cada vez más temprano. ¿Por qué? Las razones son la evidencia de cómo la sociedad ha diluido algo tan valioso como la sexualidad. Las razones para entender la iniciación cada vez más temprana de la sexualidad de los jóvenes pueden pasar desde la mera curiosidad, el entretenimiento, la coerción, una necesidad de afirmación de identidad, etc. 

¿Cuáles son las vías para acabar con el flagelo del embarazo adolescente? Lo que se propone, tanto desde la Academia, como desde el Gobierno, pasando por figuras influyentes de la farándula y el arte, apunta siempre al mismo lugar: la anticoncepción. Sexo, todo el que quieras, pero con condón. 

Sin ir más lejos, el MSP acaba de lanzar una app para smartphones que se llama “Gurú del Sexo”. El propio nombre gira en torno a este criterio, el de continuar incentivando la práctica indiscriminada y liberalizada del sexo. 

Sí bien la app (que la descargué y la tengo en mi celular) está muy prolijamente armada, contiene información bien presentada y sobre temas muy valiosos, no veo ningún esfuerzo desde el gobierno, ni desde ninguna otra esfera, en atacar al tema desde otro ángulo.

A nadie se le ha ocurrido que para reducir el embarazo adolescente, quizás lo que debemos promover es un debate en otra dirección. Deberíamos de dejar de debatir tanto el embarazo adolescente, y comenzar a debatir el sexo en la adolescencia. Sin sexo en la adolescencia, no habría embarazo adolescente. A nadie se le está ocurriendo que vayamos a prohibir el sexo por edades, estoy simplemente promoviendo una nueva línea de debate.

Por qué no enseñarle a nuestros jóvenes que durante la adolescencia deben poner el foco en formarse, en estudiar, en crear las condiciones personales e individuales que les permitirán, unos años después, disfrutar el más hermoso y pleno sexo, prácticamente sin riesgos. 

La postura dominante actual nos dice que es bueno tener todo el sexo que uno quiera, con quienes quiera, mientras use condón. Y yo me pregunto, ¿por qué eso es lo bueno? ¿Por qué no puede ser bueno también (o en lugar de) saber esperar el tiempo más adecuado para disfrutar de una buena vida sexual en forma madura y responsable?

¿A quién se le ocurrió que tener todo el sexo que se quiera, con cuantas personas se pueda, pero usando condón, es practicar el sexo responsablemente? A mi se me ocurre otra definición de responsabilidad. ¿Por qué no la debatimos?

Y propongo el debate sobre razones de sentido común, totalmente excluidas de restricciones religiosas a la conducta humana. No he venido a plantear que el sexo debe practicarse solo dentro del matrimonio por orden divina. Ni siquiera vengo a plantear el sexo exclusivo dentro del matrimonio. Pretendo un debate amplio y cada uno tiene sus ideales. Yo tengo los míos y respeto los de los demás. Pero tengamos espíritu crítico. Cuestionémonos las cosas. ¿Por qué es bueno eso que dicen que es bueno? ¿Será que es bueno? ¿No habrá algo mejor? Analicemos otras opciones. 

En esta cultura de la inmediatez en la que vivimos, tendemos a aceptar como bueno todo aquello que se nos impone como bueno, casi sin cuestionarlo, por una sola y sencilla razón: porque pone a nuestro alcance inmediato el placer, sin tener que esperar. 

Espero que en algún momento se levante alguien, con la capacidad de influencia suficiente en la sociedad, que plantee las cosas de otra manera, que nos haga ver otros puntos de vista, que cuestione el pensamiento dominante, y que nos conduzca a una cultura de la paciencia, dónde aprendamos a valorar la espera, la madurez. Que sepamos dar a cada etapa de la vida lo que requiere. Que sepamos poner cada cosa y cada experiencia de la vida en su lugar temporal. 

“… ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos”.
Eclesiastés 9:11

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